La cuota de pantalla que propone
la nueva ley del cine no sería tan mala si la calidad del cine español estuviera a la altura. De momento las salas de cine ya se quejan de que les obliguen a poner un día de cine español por cada tres de extranjero, con la total seguridad de que la ley será aprobada la semana que viene en el congreso de los diputados.
Varias cosas salen a colación, por una lado el que las salas de cine esten en crisis es probablemente culpa de ellas mismas, bajo un modelo insostenible que ha provocado que los verdaderos aficionados al cine huyan de las diminutas multisalas llenas de adolescentes donde solo se puede encontrar una oferta estrecha en cuando a géneros y calidades, se han labrado su propio destino. Ante tal panorama desolador muchos preferimos quedarnos en casa descargándo a toda prisa pelis del emule.
Constructivismo ruso, sino pecamos por defecto lo hacemos por exceso
Cuando se comenzó a hablar de la ley del cine, la industria patria se encontraba en un buen momento: nuevos directores, galardones internacionales, etc. Sin embargo a medida que ha ido prosperando la ley los meses de esplendor del cine espalol se han quedado en nada. Lo peor de todo es la certeza de que existen cientos de personas creativas, apasionadas, con ideas y ganas de trabajar en cine, un puñado de buenos actores y algunos profesionales decentes. Sin embargo parece que la industria va por otros derroteros y siempre acabamos (acaban) haciendo las mismas basuras una y otra vez. En mi humilde opinión la época dorada del cine español murió con la madurez de Marisol y el retiro de Esteso, Pajares y otros de la gran pantalla, demostrado por las cifras de asistencia de público a las salas (que no existieran otras opciones es secundario).
La empresa cinematográfica vive obsesionada con las cifras de ventas de entradas y distribución de dvd's, olvidando que como medio de comunicación social tiene una responsabilidad fuerte con los usuarios, a pesar de, en el fondo, ser una industria. Así como sucede en la televisión, los propios productos y programaciones educan en una cultura visual determinada, se convierten en materiales didácticos que transmiten una determinada ideología, estilo y modelo expresivo. Aceptar que un producto es el mejor porque es el más visto es simplemente un error cuando no existe una marcada cultura cinematográfica, en la que todos los espectadores comprenden de forma más o menos clara el lenguaje, el mensaje y el medio.
Se pueden ver películas como American Pie o cualquier otra de la misma calidad, de la misma manera que una lector aficionado lee a Agatha Christie o una novela policiaca cualquiera en un momento determinado, pero no solo de pan vive el hombre.
Parece que estamos envueltos en un cine que siempre cuenta las mismas historias y de la misma forma, olvidando la cantidad de recursos narrativos del lenguaje cinematográfico. Si hay crisis en la industria y también en la distribución quizá sea hora de replantearse el modelo a todos los niveles.