7 de julio de 2008

Una de piratas

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Alexander Selkirk, hijo de un zapatero, nacía en el seno de una familia humilde en Escocia en 1676 ajeno a la fama que el destino le tenía reservada.
Con 19 años de edad se echó a la mar evitando así tener que declarar ante el tribunal de la iglesia presbiteriana por su mal comportamiento en la comunidad. De carácter rebelde, Selkirk fue desde joven carne de bucanero.

En 1703, con 8 años de experiencia en el mar –mucha experiencia teniendo en cuenta la alta mortalidad en los barcos militares y mercantes, sobre el 40% de la tripulación moría en un viaje normal- embarca en una expedición por los mares del sur comandada por el famoso e impío William Dampier. Selkirk sirve en el barco Cinque Ports capitaneado por Thomas Stradling, dentro de la expedición St. Georges. Dampier sin embargo, era capitan del St. George.

En octubre de 1704 la Cinque Ports hace una parada en el archipiélago de Juan Fernández, en la pequeña isla homónima, para abastecerse de alimentos frescos y agua. Selkirk tiene serias dudas sobre sus capitanes y la capacidad de la embarcación de llegar a puerto atravesando mares bravos y abiertos. Decide quedarse en la isla, su idea es enrolarse en el próximo barco que vea.
Selkirk pronto se arrepiente de su decisión. Aunque la isla es una colonia española, sus mandatarios habían decidido abandonar el asentamiento, y las rutas comerciales no frecuentan la isla. Cuando Alexander se da cuenta es tarde y durante el primer año en la isla cae en una terrible depresión pensando que, tal vez, no pueda volver nunca a Reino Unido.

Durante tres años más permaneció Selkirk en la isla, aprendiendo a cazar cabras con sus propias manos, descendientes de aquellas cabras que un día los españoles llevaron a la isla, durmiendo rodeado de gatos para ahuyentar a la gran cantidad de ratas que por la noche acudían a morderle los pies, y leyendo pasajes de la Biblia, el único vestigio de la civilización que conservaba cuando el 2 de febrero de 1709 avistó un barco en el horizonte.

Gatos y cabras en la isla de Selkirk

Woodes Rogers, corsario y capitán del Duke, se sorprendió al ver una fogata en la playa de la isla abandonada. Aunque en un principio pensó en girar y no parar en la isla, la situación de su tripulación era crítica tras haber atravesado los gélidos y bravos mares del paso del sur, por la Antártida. Olas de hasta 9 metros y aguas heladas habían provocado enfermedades diversas en sus marineros y habían dejado algunas naves con serios daños que necesitaban ser reparados.

Preparó cañones mientras se acercaba a la costa, pero al llegar la tripulación se sorprendió al encontrar, no un buque español, sino un hombre medio salvaje agitando una bandera blanca. Apenas podían creer que Selkirk hubiera vivido durante cuatro años en esa isla abandonada y rápidamente le invitaron a embarcarse con ellos. Aunque en un primer momento Selkirk aceptó, estuvo a punto de cambiar de opinión al enterarse de que su antiguo comodoro, Dampier, estaba a bordo. Finalmente decidió volver y, triste, dijo adiós a la isla que le hospedó durante cuatro largos y silenciosos años.

De nuevo como corsario Selkirk asistió a uno de los grandes hechos de la piratería. La expedición de Woodes Rogers tenía por objetivo interceptar uno de los enormes y armados galeones españoles provenientes de Manila, repleto de objetos exóticos y cargamento por valor de miles de libras esterlinas, todo un botín. Aunque llevaron a cabo su cometido, la expedición de Rogers solo pudo con uno de los galeones de menor tamaño. Ante su victoria se lanzaron a un segundo intento con un barco mucho mayor. Rogers perdió media mandíbula, parte del talón, gran cantidad de hombres y la salud de su barco. La expedición volvió con el botín del primer barco y con Rogers dando órdenes por escrito. Selkirk fue nombrado capitán de uno de los barcos de la expedición.

Aunque se escribieron dos libros sobre la expedición de Rogers, el de mayor éxito fue el del capitán Woodes que fue publicado en 1712. Bajo el enrevesado título A cruising voyage round the world: first to the South-Sea, thence to the East-Indies, and homewards by the Cape of Good Hope, el libro vió dos publicaciones diferentes y decenas de ediciones en los siguientes años.



Las aventuras de Selkirk en la isla se hicieron famosas en la Inglaterra de la época, ávida de novelas y folletines. Su historia no pasó desapercibida ni para uno de los más famosos escritores ingleses vivos del momento. Daniel Defoe tuvo la ocasión de charlar con Selkirk y se inspiró en él para escribir Robinson Crusoe.

Selkirk se embarcó nuevamente en 1717 y murió a las ocho de la tarde del 13 de diciembre de 1721 mientras servía como teniente a bordo del barco de la Armada Weymouth. Probablemente sucumbió a la fiebre amarilla.

El 1 de enero de 1966 la isla en la que estuvo Selkirk fue oficialmente rebautizada como Robinson Crusoe. Al mismo tiempo, la isla más occidental del Archipiélago Juan Fernández fue rebautizada como Alejandro Selkirk, aunque es probable que Selkirk nunca la viera. En torno al año 2000 una expedición dirigida por el japonés Daisuke Takahashi encontró instrumentos náuticos del siglo XVIII en la isla, que probablemente pertenecieran a Selkirk.

Ensayo: "La república de los piratas", Colin Woodard
Ficción: "En costas extrañas", Tim Powers
Comic: "La isla de Borbón. 1730", Lewis Trodheim y Appollo

10 comentarios:

Anónimo dijo...

La historia de Selkirk es muy sugerente e inspiradora, porque tambien es curioso que cuando volvio a su Escocia natal, quiso seguir viviendo de un modo naufrago.
Permitame un poco de autobombo:
http://drzito.blogspot.com/2005/11/hroes_29.html

Anónimo dijo...

Interesantísima historia. El cómic que mencionas ¿recoge esta historia?

Estrellita Mutante dijo...

ve, Drzito, Selkirk durante un momento dudó en quedarse en la isla. Al fin y al cabo la vida en el mar era bastante dificil y en su isla tenía todo lo que podía desear: agua, comida fresca y por lo visto intimidad con algunas de sus cabras, según deja caer Woodard en su libro.

Etrigan, el comic en realidad habla de unas décadas después, habla de las amnistías piratas y está centrada en la isla de Borbón, creo que es la actual Comunión. En cualquier caso es muy interesante y si habla de la instauración de la República Pirata. Asimismo, En costas extrañas habla de la piratería, aunque muy unido a la maguia y al vudú caribeño, con toques Tim Powers, que siempre es genial.

el loco oficial dijo...

Qué buen rato me has hecho pasar Little Star, será por rememoranzas de la niñez y lo que me gustaba leer historias de piratas?

Estrellita Mutante dijo...

My sweet mad, tienes que leer En costas extrañas, que es una relato auténticamente de piratas, aunque con el sello inconfundible de Powers. Si no conoces a este escritor te acabo de hacer todo un descubrimiento. Yo soy fans total.

Anónimo dijo...

En costas extrañas toda una lectura para el verano... (como casi todos de Tim Powers)

¿Has leido Cena en el Palacio de la Discordia?

Estrellita Mutante dijo...

Pues justamente ese y el último, que aún no se ha editado en castellano, son los únicos que no he leído. Pero lo tengo pendiente, aunque me han dicho que es de los más flojos, aunque me cuesta creer que Powers tenga algo flojo.

Anónimo dijo...

Es flojo en comparación pero a mi me gusto bastante (no es las puertas, la fuerza de su mirada o declara) pero es interesante. Además como esta descatalogado lo hace mas interesante :);)

E. Martin dijo...

Qué individuo sin corazón, dejar así abandonados en la isla a los pobres gatitos que le habían defendido de las ratas. Que si, que vivían allí, pero seguro que lo echaron de menos.

Según como se mire, En Costas Extrañas es incluso mejor que Las Puertas de Anubis. Pero renegué de Powers tras abandonar La Fuerza de su Mirada a las veinte páginas por insoportable.

urbenportales dijo...

Esa isla debería estar llena de gatitos y hoy en día se llamaría "minino's island"