29 de octubre de 2007

Bienvenido al mundo del mañana

El ser humano, que gusta del soñar y el evadirse de la realidad, en ocasiones triste, que le ha tocado vivir, ha estado constantemente imaginando como sería el futuro y el espacio. Pero de cualquier forma, la visión que este tenía sobre el devenir estaba condicionada de forma profunda por el presente. Aunque parezca una paradoja no es más que el reflejo de un tiempo plasmado en la fantasía.

Ya expresiones como el steampunk, imaginaban un mundo en el que la máquina de vapor hubiera suplantado al resto de tecnologías, creando todo un universo de aparatos locomotoros de formas extrañas y andares insólitos.


Aunque el steampunk nace inspirado por las sociedades vistorianas y la tecnología de la época, las máquinas que sus seguidores han imaginado son más ingenios leonardescos que otra cosa. Máquinas en las que el biomimetismo es fundamental (quizá más por el continente que por el contenido). Al igual que las máquinas de Leonardo, estos aparatos poseen alas, patas, insectoformes e incluso funcionan con oxígeno e hidrógeno.


La década de los 50 trajo consigo una recreación naïf y vintage del futuro, en el que todos los coches volaban, habíamos colonizado el espacio y los robots realizaban todas las tareas que no queríamos realizar.

Los Jetsons, esta disfuncional, aunque bienintencionada, familia de Hanna Barbera, constituía el ideal de futuro que hacía soñar a niños, pero también a adultos. Aunque fueramos de la clase media podríamos permitirnos nuestra robo-chacha.

Los 80 parieron dos grandes modas que determinaron la imagen que nos hacíamos del futuro: las hombreras y la popularización del walkman. Ya no hablábamos de viajes espaciales, sino de una tecnología más mundana que, como el walkman, persigue recrearse en el ser humano cosificado, como un objeto de diversión. Chips y carne uniéndose en una suerte de posthumano con teléfonos integrados en los oidos, terminales de la red en los brazos o implantes de pechos o branquias. Pelos cardados y miembros biónicos a partes iguales en Ciberpunk 2020:

Cuanto más nos acercamos al futuro que personas como Leonardo, William Gibson, Tim Powers, Katsuhiro Otomo u otros imaginaron, menos coincidencias somos capaces de encontrar; por lo menos en el nivel estético. Tecnología ubicua y tecno-arquitecturas orgánicas paracen conformarse como el nuevo modo de imaginar el devenir:

Zaha Hadid

Banda aparte: gran decepción la de hoy tras las tantas espectativas que puse sobre esta competición a raíz del visionado de un documental sobre el progreso de los diferentes prototipos.

7 comentarios:

E. Martin dijo...

De momento vamos camino de un estilo pseudo orgánico a lo Star Trek: Siguiente Generación. Pero con la cantidad de vueltas que da el diseño y la de veces que se están volviendo a poner de moda los 80 cualquiera de estos días volvemos al retrofuturismo. Además el tech-noir nunca ha desaparecido del todo.

Higronauta dijo...

En términos estéticos, era harto imposible, en aquellos tiempos, si quiera imaginar, que el futuro iba a ser una vuelta al pasado (sin pasar por la casilla de salida), conformando una mezcolanza de retroavanguardias, en su día coolmodernas, a día de hoy desdeñables.

Aunque un servidor sigue soñando con trajes plateados o vestuarios como los de la Fuga de Logan, lo más probable es, que en los años venideros, volvamos a estar donde estamos, pero peor: recogiendo sin orden ni estética los principios de los años pasados, remezclados con el presente, y conformando una estética de un horrebundo tal, que más valdrá hacerse naturista.

Por cierto, gracias por la descubierta de la nominación de «Steampunk». Lerdo de un servidor, siempre había pensado que se trataba únicamente del título de la serie comiquera de don Bachalo.

sublibrarian of the year dijo...

El mundo cyberpunk, que es el presente continuo en el que vivimos pero sin el glamour de los cromados, no nos es ostensible aún por encontrarnos sumergidos en él a pesar del mundo material, o al menos a pesar de los estratos superpuestos de historia, tecnología, relaciones que conforman lo molar... que diría Deleuze. En otras palabras, soñamos el cyberpunk con la escafandra Gibson puesta... y no con todo esa máquina ficcional, sino con Neuromante y Quemando Cromo, obras que microtexturizan los ochenta con una serie de dispositivos postmodernos, inéditos por aquél entonces, entre los que destaca la naturalización simbiótica de la marca y el material, la prospección de la tecnología informática como profecía tramposa, y un nihilismo afterpunk que, vistas las evoluciones del género, como mínimo cabe calificar de inteligente. Pero Gibson no es sólo estas obras, y por supuesto Gibson no es el cyberpunk. Y tampoco el cyberpunk es los cromados, las prótesis, o Freeside. Es la dominación global, el cyborg de facto que configura el dispositivo móvil, la guerra filtrada por el HUD, LA RED, la hipercomunicación, la digitalización masiva y la virtualidad de las relaciones humanas... como esta que mantenemos ahora mismo. Eso creo. En definitiva, la mejor obra cyberpunk, o al menos la más austera y más contemporánea, es Mundo Espejo. A Neal Stephenson es que no lo soporto. El cuero negro debería seguir siendo lo que siempre fue. Me ha encantado leer la nostalgia de tu post.

Estrellita Mutante dijo...

No se crea, que el retrofuturismo ya está aquí, por lo menos en el mueble si que se vé.

Higronauta, es que es usted mostrenco hasta las últimas consecuencias. Ahora le imagino con un uniforme-pijama tipo Thunderbirds y un sombrero hecho con papel de plata. Ah!, el albal, cumbre de la modernidad y el progreso.

Sublibrarian, a mi Neuromante, la verdad, me decepcionó. Personalmente me gusta el ciberpunk revisitado por Jodorosky en El Incal o en la Casta de los Metabarones, aunque ya no se si es muy ciberpunk.

Pussy Galore dijo...

oyes, chochi, la segunda imagen es de Enki Bilal?

Estrellita Mutante dijo...

Puer creo que no mari, pero no sabría decirte de quien es...

Higronauta dijo...

La lástima es que no hay (o no encuentro) pijamas y/o uniformes de la família Tracy en acción, si no, no le digo yo a usted que no.

Eso sí, lo del papel de plata en la testa, como que no, con lo bien que quedaríame el birrete thunderbidero...