28 de diciembre de 2006

Si Ikea no va a la montaña...

Desde que el catálogo de Ikea llego en mis manos hace unos seis meses este había sido mi libro de cabecera. Cual biblia que proporciona consuelo espiritual la leía cada noche señalando las páginas que más me habían inspirado.

Mi pequeño catequismo


Todo lo que en aquellas páginas había debía ser mio. Soñaba con los muebles, sus complementos, sábanas, cualquier cosa era mucho mejor en Suecia de lo que era en España. Cual peregrinación a la Meca ayer por fin, fuí a visitar mi nuevo templo.

Es una peregrinación porque nunca está cerca de tu casa y por lo menos hay que hacer el viaje una vez en la vida. Yo esperaba mucho de mi visita: iluminación espiritual, inspiración, pero sobretodo, cuenquitos a menos de un euro.


Pero mi visión idílica de lo que era el paraíso se vió truncada enseguida. Ese señor simpático que corre a toda leche entre las sección de camas no está, ni los espacios abiertos y espaciosos. En su lugar hay un tumulto de gente, como una semana santa en Sevilla el día en que sacan a la virgen.


Colas gigantescas para cualquier cosa, rutas guiadas con flechas de direcciones, cantidad de cosas todas juntas sin apenas espacio para pasar. Es imposible no ir en la dirección que te marcan porque significa que una avalancha de gente viene contra tí.


Mi peregrinación a la Meca más que el Nirvana, me pareció una visita a Port Aventura. Pero tras seis horas allí dentro, alimentandonos a base de la más típica comida sueca, hot dog, conseguí casi todo lo que necesita y un montón de cosas que no.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay casos de parejas que entraron en Ikea buscando un edredon para su cama de matrimonio y salieron buscando un abogado para su demanda de divorcio.

Yo estuve una vez y salí con una cuchara de madera y una manta, aquello me sobrepasó, y lo de las flechas guiadas es terrorífico, pasas por todas las secciones.

La raza aria y su afición por dominar el mundo.

Hail yo.

Estrellita Mutante dijo...

Lo más grato de mi visita fue encontrar el atajo por el que podías salir de la tienda rápidamente, aunque hasta eso estaba controlado, un cartel señalaba: "Atajo"