11 de diciembre de 2006

¿Qué me pasa dotor?

Se ha acabado el último puente del año, el momento de inflexión que da el pistoletazo de salida a la Navidad. Las fiestas han llegado y la mejor forma de pasar unos buenos días de vacaciones es salir a comprar en las calles abarrotadas y las tiendas repletas de ofertas y productos, villancicos a un volumen infernal, adornos, luces de colores y padres con carritos y niños chillones.

No se me ocurre peor forma de pasar estos días salvo una: postrada en la cama alcanzando los 40 de fiebre en los momentos punteros.

Ya el lunes al irme a la cama noté cierto malestar, no estaba segura de lo que me pasaba, aunque definitivamente el martes al levantarme a las 4 de la mañana temblando como si estuviera durmiendo desnuda en una calle de Laponia a 4 de enero, llegué a la conclusión de que estaba enferma. Unas bolas de pus gigantescas habían sustituido a mis amígdalas y los sudores y el calor más inhumano sucedían a los temblores y los episodios alucinatorios. Decidí drogarme y volver a la cama donde pasé el resto de la noche entre una fase y otra.

La temperatura del cuerpo se mantiene constante mediante un regulador llamado termorregulador, nombre muy lógico, por otra parte, que se sitúa en el hipotálamo. Si bien la temperatura es constante, esto no es real del todo, varía según la hora del día, la estación del año, en los ciclos menstruales o incluso varía la media según la edad.


El termorregulador es capaz de variar la temperatura del cuerpo por diversos motivos y las vías que tiene para hacerlo son dos. Por un lado puede aumentar la producción del calor del cuerpo a través del hígado y el sistema muscular. Aunque también puede poner en marcha mecanismos de conservación del calor, mediante cambios en la circulación de la sangre, para retener calor, o sudoraciones, para expulsar calor. Pero para que estos mecanismos se pongan en funcionamientos han de actuar los pirógenos, que son sustancias que forman parte de un conjunto que actúan sobre el termorregulador. Estos pirógenos pueden ser endógenos, que son propios del organismo, o exógenos, exteriores como una bacteria o microorganismo.

La fiebre, o pirexia, cuenta con tres fases. En la fase inicial, la vasoconstricción cutánea promueve la retención de calor y los temblores generan calor adicional. Cuando se alcanza el nuevo punto de temperatura elevada, la producción de calor se equilibra con la pérdida del mismo y los temblores cesan. Al descender el punto fijo a su estado normal, la vasodilatación cutánea promueve la pérdida de calor al ambiente en forma de sudor, de ahí que se diga que es bueno sudar cuando uno tiene fiebre.

Los motivos por los que se produce la fiebre son básicamente defensivos, ya que algunos defensas del cuerpo funcionan mejor a temperaturas altas y durante la fiebre se producen algunas sustancias beneficiosas para el cuerpo humano. Sin embargo también supone un mecanismo agresivo contra el cuerpo, por lo que, a pesar de sus efectos positivos, es también una síntoma a tratar.

Si bien la fiebre solo es un síntoma en las ocasiones en que tengo anginas, gripes o resfriados, es sin duda alguna mi peor pesadilla, junto con la sensación de debilidad general que provoca unos dolores leves aunque amplios sobre todo el cuerpo.

En los periodos febriles me sitúo entre los 38º, cuando la fiebre es baja, y alrededor de los 40º, a veces incluso más, cuando paso por los momentos álgidos. En personas menores de 35 años se suele considerar que una fiebre de 39.5º es fiebre alta y es la que tiene capacidad para producir delirios y convulsiones. Gracias a dios solo he pasado por la primera fase, tras la convulsión, si sigue subiendo la fiebre pueden llegar a provocarse daños cerebrales de diferentes índole.

Solo una vez he llegado a los 41-42º, cuando sufrí fiebre tifoidea, que corrientemente llamamos salmonelosis, y que pillé al comer queso de cabra hecho por mi misma, la naturaleza es vengativa. En aquella ocasión ví cosas muy raras y mis delirios alucinatorios fueron muy fuertes, me era muy difícil diferenciar lo real de lo que no lo era y constantemente tenía una sensación de ser transportada.

El delirio se puede definir como una afección de confusión seria y cambios rápidos en la función cerebral, que suele ser causada por una enfermedad física o mental. Aunque evidentemente en el caso de los resfriados es por una causa física. El delirio puede verse en los problemas para concentrarse, pensamiento desorganizado y leguaje incoherente, desorientación temporal y espacial, alucinaciones, alteración del nivel de conciencia, somnolencia, movimiento aletargado, falta de memoria en la inmediatez, cambios en la personalidad como irritabilidad, apatía, enfado. Pienso que durante el martes tuve cada uno de estos síntomas de una forma u otra. Vi una película dos veces, una detrás de la otra, y no soy capaz ni de hacer un simple sinopsis.
Aunque los delirios se suelen presentar en los casos febriles en ancianos y alcohólicos, yo la sufro cada vez, debe ser porque soy vieja por dentro, o por lo menos me quejo como tal.

1 comentario:

FAC dijo...

Cuando tuve pericarditis solía tener delirios cada mañana hasta que me hacía efecto la pastilla de la mañana.

No recuerdo que pensaba o que decía, pero era de lo más divertido, cada tarde-noche me leía un libro diferente y creo que lo vivía mezclado con mis sueños.

Yo soy más viejo que tú y casi nunca tengo fiebre...