28 de agosto de 2006

Crónica de una muerte anunciada 1

Se han acabado mis tres semanas de vacaciones, las he disfrutado, pero, como nos pasa a todos, me han parecido cortas.
Tras 21 días sin aparecer por el trabajo no he conseguido mi principal objetivo: descansar y volver al trabajo como si hubiera pasado invernando todos estos días. Por el contrario lo único que tengo es resaca y dolor de cuerpo, además de un ligero, aunque muy molesto, resfriado.
Las vacaciones comenzaron con unos tranquilos días en Ibiza, donde me quemé y pude disfrutar de la puesta de sol en Sant Antoni, aunque no me llevé cámara de fotos aquel día me llevo el recuerdo imborrable del sol perdiéndose en el horizonte del mar y la música del Café del Mar de fondo. Todo ello mezclado con unas cervezas y algo más me proporcionaron un estado de relax total, tras abandonar esa mágica cala mucho tiempo después que el dorado astro era un persona renovada y con mis chis en su sitio, oséa, muy lejos del suelo.


Tras la experiencia mística del primer día en el Café del Mar y tras un agotador viaje autobús-tren-metro-autobús-avión-autobús-autobús me desperté por la mañana en una playa infecta de turistas, alemanes, ingleses e italiano borrachos, impacientes por beber cerveza y sex on the beach y otros ‘very hot chupitos’. Sin duda Ibiza ya no tiene que ver con el paraíso hippy de los 70 y se ha convertido solo en un reflejo de lo que fue, la mejor forma de definirla sería que es “un reflejo de la imagen mental que los extranjeros tiene de España”, nada que ver con España de verdad.
Aunque Ibiza me decepcionó disfrute de limpias playas llenas de medusas y me quemé cual turista alemán, tras lo cual todos me hablaban en guiri.
Como anécdota, el día en que me iba a tomar el avión salí del hotel a las 5 de la mañana para coger el taxi y en la calle me tropecé con un inglés que me preguntó si era española, al contestarle afirmativamente gritó a sus amigos:
- Hey boys, come here now, she’s a spanish girl.
Por lo visto llevaban dos días y no habían conocido a ningún español, después creo que me preguntaron si era tan caliente como se decía que eran las españolas, menos mal que llegó el taxi y me salvó de aquellos hooligans borrachos.

En próximas jorndas más viajes y foticos

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